De nuevo nos encontramos con una banda que enfoca su música a tiempos pretéritos. Icarus Witch proceden de Pittsburgh, Pennsylvania. Dieron sus primeros coletazos en 2004, en su currículum figuran ya tres álbunes y pueden presumir de haber compartido escenario con gente como Heaven & Hell, Coheed & Cambria,
“Draw Dawn The Moon” es ya su tercer larga duración y sería puesto en circulación el pasado 9 de febrero vía Cleopatra Records. Para limar el sonido han vuelto a contar con Eric Klinger en los controles.
La banda está compuesta en la actualidad por Matthew Bizilia (vocalista), Jason “Sin” Myers (bajista y teclista) y Steve Johnson (batería). El guitarrista Quinn Lukas, ha dejado la banda recientemente.
Lo suyo es un metal tradicional arraigado en las décadas de los setenta y ochenta con un brote de oscuridad que se proyecta a lo largo de todo el trabajo. El primer tema, “Black Candles”, que a su vez recoge los galones del primer single, es el más directo. En dos palabras, metal añejo. Le sigue, otro de las composiciones más notables y más movidas del trabajo, “Aquarius Rising”, antes de que sumerjan el sonido en un mundo de tinieblas a base de oscuros medios tiempos. Primera muestra, “Reap What You Sow”; segunda “Dying Eyes”.
Sin perder ese halo misterioso, se dan más vidilla con el homónimo “Draw Down The Moon”. Este es uno de los temas en los que destaca la interesante labor del bajista, pero donde más cuerpo exhibe ese instrumento es en “Serpent In The Garden”, con un comienzo que te recordará bastante a Megadeth. Otro medio tiempo en la tesitura de los anteriores, mas este de los más aburridos.
Embriagados en el misticismo que encierran sus letras, “Funeral Wine” sigue engrosando la lista de medios tiempos de este álbum. En esta ocasión con vagas reminiscencias de unos tempranísimos Queensrÿche o incluso Dio. “Haunting Visions” intercala partes de riffs más machacones y otras más directas y rápidas, así como momentos de lucidez guitarrera, siempre transitando esa senda oscura. Posiblemente, la construcción de este tema deba su solidez a los arquitectos de Mercyful Fate. La siguiente no ofrece dudas: siguiendo con la tradición de incluir una versión en cada disco, en esta ocasión le toca el turno a “The Ripper”, inmortal clásico de Judas Priest.
Los contras que le pongo a este disco son que quizá deberían haber intercalado más temas rápidos para hacer el conjunto más ameno. El hecho de ser tan atmosférico casi desde el principio hasta el final, y esa inclinación hacia los medios tiempos, que vienen tan seguidos, hacen que por momentos la magia de un álbum se desvanezca. Tanto tema a medio gas cansa un poco y más cuando alguno no pasa el corte. Por lo demás, no deja de tener momentos interesantes.
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