Bajo el sempiterno mecenazgo de Nuclear Blast, la habitual mano de Charlie Bauerfeind en el equipo de producción y unos Hammerfall con ilusiones renovadas, se gesta la nueva obra de los suecos: “No Sacrifice, No Victory”.
La edición de esta obra ha venido rodeada de un aura de expectación tras la marcha de dos componentes que llevaban una década en la banda. Asimismo, nunca había pasado tanto tiempo entre la publicación de un disco y otro de Hammerfall por lo que en ese intervalo quisieron saciar la sed de los fans con “Masterpieces”, un recopilatorio con las versiones que había hecho el grupo.
Por un lado, el virtuoso bajista Magnus Rosen dejaba la banda (mucho estaba durando el tío) aduciendo al poco margen creativo que le quedaba siendo miembro de Hammerfall, una banda con los esquemas musicales perfectamente definidos: Heavy Metal que te crió. No se devanaron mucho los sesos en busca de un reemplazo y reclutaron nuevamente al bajista Fredrik Larsson, que ya grabara con ellos “Glory To The Brave”, ópera prima de la banda, y que curiosamente fuera sustituido por Rosen en 1997. Larsson es un bajista menos versátil pero igualmente eficaz.
Por el otro, y esta baja sí que era sorpresiva, el guitarrista Stefan Elmgren también decía adiós poco después. Se sumaba así la pérdida de otro miembro que pilotaba, pero este pilotaba de verdad, tanto que se fue a currar de piloto de aviones en unas aerolíneas danesas. El resto de la banda sigue con la ferretería; por los martillos y tal...
Bromas aparte, el nuevo guitarra solista, Pontus Norgren, proviene de la escuela hardrockera sueca y ha pasado por bandas como Talisman y más recientemente The Poodles, a quienes dejó en la estacada para, según sus ex-compañeros, despacharse a gusto en un estilo más acorde a sus gustos musicales. La verdad es que da nuevos bríos a los solos de la banda.
Una vez hecho el preámbulo, desgranemos una a una las piezas que se esconden, una vez más, tras una cubierta donde Hector (particular “Eddie” de Hammerfall) ejerce el protagonismo absoluto: la de “No Sacrifice, No Victory”. Abren fuego con “Any Means Necessary”, tema que ya dejaran como adelanto. Un riff simplísimo pero superefectivo que Hammerfall lleva tiempo prestado de Manowar desemboca en un estribillo de lo más pegadizo. Y es que en esto de crear himnos metálicos los escandinavos son unos maestros.
Con “Life is now” continúa la fiesta y nunca mejor dicho, ya que es la canción más festiva del álbum. Esta pieza representa una novedad dentro del sonido de los suecos, pues estamos, y no es coña, ante un tema de Hard Rock melódico. Quizá se les haya pegado algo del nuevo miembro, ya que está composición es más afín a las tesituras musicales de The Poodles que a las de los propios Hammerfall. Esto no desacredita para nada su valía. Es un gran tema pese a salirse de los cánones habituales de Hammerfall.
A golpes de guitarra nos adentramos en “Punish And Enslave”, donde el Heavy Metal campa a sus anchas. La única pega que se le podría poner a este tema es que tiene un riff similar al de “Let the hammerfall” de su segunda entrega “Legacy of Kings”.
Una introducción que hace un guiño al “Powerslave” de Iron Maiden” es el punto de partida de “Legion”, otro temazo de Heavy en la más pura tradición de bandas como Iron Maiden o Helloween, pero con el sello personal de Hammerfall en un estribillo 100% marca de la casa.
En mitad del viaje nos encontramos “Between two worlds”, la única balada del álbum. Lejos quedaron ya los tiempos en los que nos deleitaban con dos temas por disco provistos de un cariz más lento y emotivo. Quizá sea uno de los temas más flojos del disco y con él se produce un bajón cualitativo. Cabe reseñar que el ejercicio de teclados viene ejecutado por Jens Johansson (Stratovarius), hermano de Anders, batería de Hammerfall.
Vuelven a poner las cosas en su sitio con “Hallowed be thy name” (nada que ver con Iron Maiden). Es un tema de puro Heavy Metal que se sustenta sobre un riff ideal para menear las greñas, los pelos, la coleta, o dificultar el aterrizaje de moscas si tu azotea está desprovista de cabello.
“Something for the ages” es el corte instrumental del disco. En anteriores entregas, las piezas instrumentales eran tarea de Stefan; él se las guisaba y él se las comía. Ahora, en su ausencia, parece ser que va a ser Pontus el que las firme, como da que pensar este caso. Pocas veces acojo de buen agrado las instrumentales pero las de Hammerfall me atraen especialmente. Esta no es una excepción.
El corte homónimo del disco es todo un himno, una canción que posiblemente perdure largo tiempo en sus repertorios en directo. Rezuma el clásico sonido de los suecos por los cuatro costados.
Si a estas alturas del álbum alguien dudaba de que con los cambios en la formación su música iba a diferir de la de tiempos pretéritos llega “Bring the hammer down”; otro tema hímnico con un épico estribillo, otro martillazo de puro heavy-power metal. Y es que con esta sucesión de piezas metálicas, ¿cómo no iba a caer el martillo? “Hammerfall”, “Let the Hammerfall”,... son parte de su repertorio clásico y este corte bien podría llegar a serlo. Como les de por tocarlas todas en vivo...
“One of a kind”, la décima canción, nos devuelve las melodías clásicas de la banda y cierra el listado de canciones propias que la banda nos lega en “No Sacrifice, No Victory”. En ella, el ya ex-guitarrista Stefan Elmgren deja su impronta en la composición.
El punto y final lo pone una versión. Que Hammerfall es una banda muy dada a tributar a las bandas que les han influenciado es algo más que evidente y esta vez han querido recuperar la costumbre de incluir un cover en el disco. Los suecos, normalmente, han abordado temas ochenteros de bandas parejas a su propio sonido, pero mirar hacia los setenta y atreverse con una versión tan manida como el “My sharona” de The Knack lo único que puede llegar a causar es sorpresa. Se puede decir que está bastante respetada, aunque como no podía ser de otro modo tiene el toque distintivo de la banda. Aún así, no pega para nada en el álbum (mejor hubiera estado en la cara-b de un single) y menos mal que la han colocado al final.
Después de cuajar una sensacional obra con “Threshold”, “No sacrifice, No Victory” viene a revalidar las buenas sensaciones que dejó su predecesor, pero no lo supera.
Resumiendo, estamos ante un álbum que está a la altura de lo que se espera de la banda; con un sonido clásico y fresco a partes iguales, sin recurrir a la autocopia pero manteniendo vivas las señas de identidad de la banda.
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