viernes, 7 de agosto de 2009

CAMPINGS Y ESCOMBRERAS.

Últimamente en ciertos festivales patrios el coste de los tickets se viene escribiendo con tres cifras. El dispendio al que nos incitan responde a una gran cantidad de bandas, de reputación contrastada y gran calidad, que descargarán delante del mejor público del mundo, pero tristemente la antedicha calidad acaba ahí. El fan, que se deja la pasta, quiere un poco de dignidad. Me explico. Los señores promotores que vienen a ser las personas más comprensibles, sensibles y atentas para con quienes hacen que sus ingresos aumenten de forma considerable siempre nos obsequian con una ‘zona de acampada’ gratuita. Detallazo. Llegas al susodicho lugar en el que has de acampar y, para darle más realismo al asunto, sólo faltaría un cartelito que pusiera ‘búscate la vida’. Estás delante de tu añorado lugar de descanso (dos o tres días de fiesta necesitan de reposo, claro) y contemplas, no sin asombro porque es lo de siempre, que tienes delante una verecunda zona de acampada, ya sea un pastizal o una zona pedregosa donde te dejarás la espalda. Primer paso, colocar la tienda. Hasta ahí todo bien. Segundo paso, amarrarla. Pero te encuentras con que ni el increíble Hulk tiene huevos a clavar las piquetas. Ya comienzan los problemas. Estás en el periodo estival con lo que el calor se acopla como compañero de andanzas. Buscas una sombra para colocar la tienda pero la única forma de encontrarla es rezar para que el cielo se nuble y de paso los organizadores pasen un poquito de acojono. Amaneces sin apenas dormir en un charco de sudor porque ‘Lorenzo’ viene pegando y llama a tu puerta... Y todo esto es para la comodidad de los presentes en un festival, una puñetera ‘zona de acampada’ desprovista de cualquier tipo de acondicionamiento necesario para tener un mínimo de confort, de higiene (lo de las duchas ya es de chiste) y lo que es más importante, de dignidad.


Pero si no te gusta, te vas. Sí señor, ahí tienes la localidad más próxima; a kilómetros, donde podrás comprar comida en condiciones sin que te timen. De modo que ya sabes que tienes que ir bien provisto de víveres. Si comes dentro del recinto de conciertos te soplan una barbaridad por un pedazo de pan asqueroso (que no es ni del día y que está conservado para la ocasión) con tres rodajas extrafinas de tal o cual embutido. Vamos, que te quedas con más hambre que los perros del tío Macario. Se puede decir más alto, pero no más claro. Somos los que pagamos y nos tratan como mierda. Esa es la fetén.


No me remito a un festival en concreto, sino a los festivales en general. Y todos sabemos cuáles son. Esos que cuestan una pasta. Si la calidad se paga, entonces nos engañan montones de veces. Empresas promotoras que juegan con la ilusión de unos fans que hacen cualquier cosa por ver a sus ídolos. Se aprovechan de ellos. De nosotros.




He sacado todo esto a colación de un festival que viene celebrándose años atrás en Alburquerque, Badajoz. Hablo del Alburquerque Rock y antes de abordar lo acontecido en el más estricto sentido musical, no quería dejar pasar por alto un aspecto, eso sí, extramusical pero que para los que tienen que desplazarse puede ser determinante a la hora de tomar la decisión de pasar un fin de semana fuera de casa. Me refiero a las disposiciones de la organización para con los asistentes. Al trato en general.



En el Alburquerque Rock nos encontramos con una zona de acampada gratuita que no es una ‘zona de acampada’, sino un verdadero camping (o al menos se le parece), con sus aseos incluidos, su césped y su sombra, artificial, sí, pero sombra al fin y al cabo. Lindando al recinto estaba la piscina municipal. Cerca y a mano bares donde no se subían a la parra con los precios para los que iban a proveerse del líquido elemento que no es agua. Se puede decir que no había problemas de avituallamiento.



El recinto de conciertos tenía unas vistas espectaculares al castillo, así como a dos países diferentes. Una vez allí compruebas que el ‘bebercio’ se sirve a precios populares, que tienen bocadillos con comida a la plancha ricos ricos desde 2´50 €. Directamente cena uno ahí como un campeón. Y todo esto en un festival de dos días cuyo abono costaba ocho míseros euros, que independientemente de que no tocara Heaven And Hell o Iron Maiden (por citar a alguien), también disfrutamos de bandas de Heavy Metal que se lo curran como las que más y que son las que necesitan apoyo de verdad. Ojalá la gente que esta detrás de esta iniciativa, la cual lleva años en marcha, vea recompensado su esfuerzo, que el festival siga subiendo el nivel y que sea un éxito en años venideros. Se lo merecen.

1 comentario:

  1. ¡Buenas, Diego!, sí señor, muy buena crónica de ese maravilloso fin de semana que pasamos en Alburquerque.
    Lo de la zona de acampada, es que era un camping, sin más, no un estarcolero, tipo Metal Way, Metal Mania y demás... experimentos de la "rana".

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