El otrora guitarrista de KISS, Bruce Kulick, casi se convierte en otra gran tragedia del rock. Aconteció mientras caminaba con un amigo por Sunset Boulevard. Dos balas perdidas estuvieron a unos centímetros (o menos) de mandarlo al cementerio, con los pies por delante, el 16 de octubre de 2003. Una, le alcanzó en la pierna; la otra, le rozó la sien.
“Me quedé en estado de shock, me sonó como un coche petardeando y sentí como si un atizador ardiente me atravesara la pierna”, escribió Kulick en su página web. “No sabía lo que había pasado hasta que los paramédicos me lo contaron”.
Kulick venía de ver a Vince Neil actuar en un club cerca del Rainbow Bar and Grill de Hollywood, donde una trifulca derivó en el cruce de cables de un hombre que, aparte de borracho, estaba muy enojado. Para más inri, portaba una 9MM. Con balas y todo eso. En su monumental cabreo, le dio por darle uso al juguetito y Kulick pasaba por allí. Le tocó premio. Otra persona recibió un disparo en el pie. Premio también para nuestro ser anónimo.
La herida en la cabeza que recibió Kulick se trató fácilmente, quedó en un rasguño; el balazo en la pierna, por suerte, no tocó hueso, sólo alcanzó carne.
Cuando llegó a casa, la noticia afloraba en todos los canales y agencias de noticias.
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