El escrito versa sobre el rico contenido de las letras en el mundo del metal, algo que fans como tú y como yo siempre hemos dado por sentado, y en ese aspecto no nos va a aleccionar, pero puede que sí ilustre, ilumine y quite la venda de los ojos a algunos que, inamovibles al remanso de los prejuicios, continúan relacionando Heavy con ruido, voces, incultura, drogas, Satán, sexo con condón, y gilipolleces sólo asumibles por auténticos gilipollas.
“Corsés Góticos y Cascos de Walkiria” data de diciembre de 2007, por lo que realmente no es nuevo y muy posiblemente ya lo conozcas. El hecho es que ha quedado inmortalizado en un libro llamado “Cuando Éramos Honrados Mercenarios”, el cual recoge sus artículos comprendidos entre 2005 y 2009, y que ha sido publicado a finales del año pasado. Esto lo lleva de nuevo a la actualidad. Aprovechando su carácter “novedoso”, su rico contenido literario y su innegable atractivo para la gente interesada en el Heavy Metal, he querido recuperarlo. Lo reproduzco tal cual, no tiene desperdicio:
Corsés góticos y cascos de walkiria
ARTURO PÉREZ-REVERTE XLSemanal 16 de Diciembre de 2007
No soy muy aficionado a la música, excepto cuando una canción –copla, tango, bolero, corrido, cierta clase de jazz– cuenta historias. Tampoco me enganchó nunca la música metal. Me refiero a la que llamamos heavy o jevi aunque no siempre lo sea, pues ésta, que fue origen de aquélla, es hoy un subestilo más. Siempre recelé de los decibelios a tope, las guitarras atronadoras y las voces que exigen esfuerzo para enterarse de qué van. Las bases rítmicas, el intríngulis de los bajos y las cuerdas metaleros, escapan a mi oído poco selectivo. Salvo algunas excepciones, tales composiciones y letras me parecieron siempre ruido marginal y ganas de dar por saco, con toda esa parafernalia porculizante de Satán, churris, motos y puta sociedad. Incluidas, cuando se metían en jardines ideológicos, demagogia de extrema izquierda y subnormalidad profunda de extrema derecha. Etcétera.
Sin embargo, una cosa diré en mi descargo. De toda la vida me cayeron mejor esos cenutrios largando escupitajos sobre todo cristo que los triunfitos relamidos, clónicos y saltarines, tan rubios, morenos, rizados y relucientes ellos, tan chochidesnatadas ellas, con sus megapijerías, sus exclusivas de tomate y papel cuché, y toda esa chorrez envasada en plástico y al vacío. Al menos, concluí siempre, los metaleros tienen rabia y tienen huevos, y aunque a veces tengan la pinza suelta y hecha un carajal, éste suele ser de cosas, ideas, fe o cólera que les dan la brasa y los remueven, y no de cuántas plazas será el garaje de la casa que comprarán en Miami cuando triunfen y puedan decir vacuas gilipolleces en la tele como Ricky, como Paulina, como Enrique.
Pero de lo que quiero hablarles hoy es de música metal. Ocurre que en los últimos tiempos –a la vejez, viruelas– he descubierto, con sorpresa, cosas interesantes al respecto. Entre otras, que esa música se divide en innumerables parcelas donde hay de todo: absurda bazofia analfabeta y composiciones dignas de estudio y de respeto. Aunque parezca extraño y contradictorio, la palabra cultura no es ajena a una parte de ese mundo. Si uno acerca la oreja entre la maraña de voces confusas y guitarras atronadoras, a veces se tropieza con letras que abundan en referencias literarias, históricas, mitológicas y cinematográficas. Confieso que acabo de descubrir, asombrado, entre ese caos al que llamamos música metal, a grupos que han visto buen cine y leído buenos libros con pasión desaforada. Ha sido un ejercicio apasionante rastrear, entre estruendo de decibelios y voces a menudo desgarradas y confusas, historias que van de las Térmópilas a Sarajevo o Bagdad, incluyendo las Cruzadas, la conquista de América o Lepanto. Como es el caso, verbigracia, de Iron Maiden y su Alexander the Great. La mitología –Virgin Steele, por ejemplo, y su incursión en el mundo griego y precristiano– es otro punto fuerte metalero: Mesopotamia, Egipto,
En la actualidad, Arturo Pérez-Reverte se encuentra en la fase de corrección y revisión de El Asedio, una nueva novela que, a falta de su acabado final, se espera pueda estar en las librerías en marzo de 2010.
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